Un antojo
Me han dado ganas de comer hasta quedarme sentado, de inflar el pecho para siempre y de abandonar las cosas en su pobre transcurso. De ser condecorado por llegar primero al estrado y por obviar algunas observaciones valiosas. De no hacer nada y merecerlo todo a cambio. O hacerlo todo y no recibir nada, asunto natural en nuestros tiempos y al que malamente nos hemos acostumbrado. Y pese a quien le pese sería conveniente estar en potencia o en abstracto, o en un dibujo tenue calcado con papel carbon. O en el reverso de una palma, acaso como un accidente en la linea de la vida que interpreta la gitana del ojo de vidrio. Alguien a quien se conoce una vez y no se lo ve más o con el que se tropieza de cuando en cuando sin que esto reste o agregue relevancia. Es que me han dado ganas de comer hasta quedarme sentado, y cuando eso sucede, no se me ajusta el traje de forense ni me interesa la climatología: bien podría ser un fantasma.
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