Tres momentos para Icaro
I
Yo también quise tocar el sol.
En cambio, lo tuviste entre el indice y el pulgar y lo dejaste rodar sobre la palma de tu mano como una canica.
Luego escapamos por el agujero sin dejar que nos molestara el olor de la piel chamuscada.
II
Tengo las alas demasiado grandes para volar.
III
Hay unos ojos. Una llama oscilante. Una gota de cera sobre la tierra sedienta.
El padre traza una línea sobre el piso y recuerda que eres imposible. Se saca la legaña y te olvida para siempre.
Icaro nunca estuvo, concluyes, y asciendes en silencio.
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