Primer poema submarino
-Déjalo. No te pertenece.
Al niño pareció no importarle y empezó a monologar en una lengua sin forma. Luego vomitó y volvió a su camarote con el rostro inflamado.
El hombre de la boina, mientras tanto, se preocupaba por dejar bien clara su postura sobre la mesa. Chillidos en la sala de máquinas. Ratas o armatostes. Qué diablos.
Porque nadie es honesto en el sumergible. No lo es el cocinero que nos viene dando la hora. Tampoco el anatomista que enumera las especies. Menos el capitán que sigue hablando de veleros.
Y como hace meses que no hay combustible solo podemos ver la luz de los abisales. Nos hundimos. Pero a nadie le importa porque todos estamos a bordo.
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