El descampado (historia de terror y aprendizaje)

-¿Por qué me has traído acá? No hay nada.

-Mira bien.

-Veo un campo reseco de tierra cimentada. Hay pequeños montículos de basura aquí y allá. Unas figuras humanas se mantienen en pie pero no se desplazan.

-...

-Está bien. Apenas se mueven. Dos o tres centimetros por paso. Y con tal lentitud que parece que estuvieran quietos. Como si no les quedara energía alguna. Tienen los ojos abiertos y las pupilas dilatadas. Su expresión es la del miedo. Las figuras son ancianos.

-¿Pelean?

-No estoy seguro. A los más aptos les toma tres o cuatro minutos recoger un piedra o un trasto viejo. Parece no importarles si se cortan o se hacen daño con estas piezas oxidadas. Lo arrojan como pueden. Con todas sus fuerzas. Sin embargo el objeto nunca cae lejos. No más allá de un metro. Pretenden arrojarlo a alguien más. Herirlo. El rostro de terror es inmutable. ¿Por qué me has traído?

-¿Qué sientes?

-Hace frío. De pronto soy parte de esto. No me gusta su lentitud, sus ojos claros y tensos, sus rostros congelados en el miedo. ¿Por qué estoy acá?

-Puedo saberlo pero no me corresponde decirlo. Tendrás que descubrirlo tu. Aunque te lo dijera no podrías comprenderlo

-No entiendo.

-Aún sobre un espejo nos cuesta reconocer nuestros rasgos. Esto eres tú y aquí perteneces.

-No entiendo -ofuscado y en voz alta.

-¿Ves cómo te desplazas? ¿Cómo tu rostro se contrae? Apenas puedes moverte.

-Explicame, por favor -aterrado.

-Has envejecido. Este es el lugar al que perteneces. Por eso te he traído.

-Todo es tan confuso. ¿Te quedarás aquí conmigo? ¿Por qué no nos escuchan?

-Soy el transporte, no el destino. El resto es tuyo.

-Siento miedo. No comprendo.

-Ahora entiendes. Eres tú y es para siempre. Por eso me desvanezco. Adios.

La voz desapareció y quedó sobre el campo reseco una figura más, anciana como las otras. Para siempre.