Bilis y papas fritas
He estado estudiando: hay una nueva forma de poder. Es la del ají, el manjar blanco y las papas fritas. Su lógica es la que sigue: para que el placer duplique en apariencia sus alcances tendrá que ser egoista, solitario, renegón y roñoso. Todo es mío por lo tanto, y si se puede nada es tuyo. Con sacada de lengua y sarcasmo final de ser posible o en su defecto con un ejercicio de enumeración de carencias del tipo: yo tengo papas fritas y tú no, yo tengo manjar blanco y tú no, todo el ají es para mí y para tí la nada absoluta. Nunca placeres tan pequeños fueron tan importantes ni dieron cuenta de cuanto sinsentido nos rodea. Como si anduvieramos caminando en linea recta todo el tiempo y nunca hubiera tiempo para mirar alrededor. Y es que cosas como esta revelan el funcionamiento disonante de ciertas bandas musicales y gastronómicas. Así que como resultado ya no tengo hambre. Aunque usted no lo crea.
PD. Lo sé: desde hace décadas este tipo de comportamiento está tipificado y estudiado. Lo que pasa es que acá a nadie le gustó la clase de sicología y todo mundo se muere de ganas por equivocarse dos veces.
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