Este no es un blog: es una cajita de chocolates en una mesa huérfana. Tome cuantos quiera. Eso sí, deje algunos para el resto.

jueves, julio 08, 2004

Un buen motivo para lavarse las orejas

DE COMO GARGANTUA NACIO
DE UN MODO MUY EXTRAÑO

En tanto estaban en estos coloquios, Gargamelle comenzó a tener dolores. Entonces Grandgousier, que estaba tendido sobre la hierba, se levantó y, pensando que serían los dolores del parto, la consoló cariñosamente, diciéndole que se tumbara en el saucedal, que pronto se le pasarían. También a él le convenía mostrar buen ánimo ante la venida de su angelote; y si bien es cierto que ella sentiría algún dolor, el gozo que luego la invadiría le haría olvidar todas estas molestias, de suerte que no conservaría ni siquiera el recuerdo.

-Nuestro Salvador dice, según el Evangellio de San Juan, XVI: "La mujer, en los dolores del parto, está poseída de tristeza; mas una vez ha dado a luz no recuerda siquiera su angustia".

-Bien dices -repuso Gargamelle-. Prefierro oir esas palabras del Evangelio y me siento mejor que cuando oigo contar la vida de Santa Margarita o cualquier otra beatería.

-¡Miedosa! -replicaba Grandgousier-. Datte prisa con éste, que en seguida haremos otro.

-¡Qué poco os cuesta a los hombres decirrlo! Bien, ¡pardiez!, seré fuerte, si ése es tu gusto, pero ¡plugiera a Dios que te lo hubieran cortado!

-¿El qué? -inquirió Grandgousler.

-¡No seas necio! Bien sabes a lo que me refiero.

-¿Te refieres a mi miembro? ¡Pardiez! Sii así lo quieres, manda traer un cuchillo.

-!NO lo permita Dios! Que El me perdone.. No lo he dicho de corazón, y te pido que no tomes en cuenta mis palabras. Pero si Dios no me echa una mano, presiento que hoy será un duro trance; y todo por culpa de tu miembro, para que te desahogaras a placer.

-¡Valor, valor! -repuso él-. No te inquiietes por lo demás y deja obrar a la naturaleza. Entretanto, voy a despachar unos cuantos tragos. Pero, por si acaso te sintieras mal, no me alejaré mucho; te bastará con gritar un poco y en seguida me tendrás a tu lado.

Al poco rato, Gargamelle empezó a suspirar, a lamentarse y a llorar. Al instante acudió de todos lados un buen número de matronas, las cuales, palpándole la vagina, dieron con algunos trozos de piel bastante maloliente, lo que les indujo a pensar que el niño estaba por llegar. Pero lo que en verdad ocurría era que, en razón al reblandecimiento del intestino recto -al que llamáis tripa cular- se le escapaba el fundamento a consecuencia de haber comido demasiados callos, como ya antes hemos dicho.

Acto seguido, una vieja malcarada de la reunión, que gozaba de gran reputación como curandera y que formaba parte de la comunidad desde que, sesenta anos antes, viniera de Brisepaille, cerca de Saint-Genou, le hizo un astringente tan tremebundo que las membranas de la vagina se contrajeron hasta el punto de que dificilmente habríais podido separarlas con los dientes..., cosa que da miedo pensar; otro tanto hizo el diablo en la misa de San Martín, pues luego de tomar por escrito los chismorreos de dos mujeres galas, estiró a fuerza de dientes su pergamino.

Esta dificultad hizo que se relajaran los cotiledones de la matriz, por los cuales saltó el niño, que penetrando por la vena cava y subiendo luego por el diafragma hasta los hombros, donde dicha vena se divide en dos, tomó el camino de la izquierda y salió por la oreja del mismo lado.

En cuanto hubo nacido, no exclamó como los otros niños: "Migas, migas!" sino que grito con fuerza: "¡A beber, a beber!", como invitando a todo el mundo. Y tales fueron sus gritos, que se le oyó en todo el país de Beusse y de Bibarais.

Dudo que deis credito a tan extraño parto. Y si, en efecto, no lo creéis, no me importa. Mas un hombre de bien, un hombre sensato, debe creer siempre lo que le dicen y lo que ve escrito. ¿Atenta esto contra nuestra ley, nuestra fe, nuestra razón o contra la Sagrada Escritura? Por mi parte, nada hallo en la Santa Biblia que vaya en contra de ello. Pero si esa hubiera sido la voluntad de Dios ¿diríais acaso que no estaba en su poder al hacerlo? Por merced, no turbeis nunca vuestro entendimiento con tan vanos pensamientos, porque yo os digo que nada es imposible para Dios y, si El así lo quisiera, en lo sucesivo todas las mujeres parirían sus hijos por la oreja.

¿No fue Baco engendrado en el muslo de Júpiter?

¿No salió Croquemouche de la pantufla de su nodriza?

¿No nació Minerva de la cabeza y por la oreja de Júpiter, y Adonis por la corteza de un árbol de mirra?

¿No nacieron Cástor y Pólux de la cáscara de un huevo puesto y empollado por Leda?

Pero mucho más admirados y sorprendidos estaríais si os expusiera ahora aquel capítulo de Plinio en que habla de partos raros y contra natura. Pero yo no soy un embustero tan ilustrado como él lo fue. Leed el libro VII de su Historia natural, capítulo III, y no me importunéis más con ello.

François Rabelais, Gargantúa y Pantagruel, 1532 y 1534