Este no es un blog: es una cajita de chocolates en una mesa huérfana. Tome cuantos quiera. Eso sí, deje algunos para el resto.

miércoles, marzo 30, 2005

La fiesta de Doña Flor, sus dos maridos y Sergio

Aquí queremos tanto a Sergio que estamos organizando una fiesta en su honor. Por favor no le hagan caso si durante el jolgorio escupe o patalea o bota espuma por la boca. Tampoco si habla incoherencias, si se enreda con su cadena a la hora de pasear por el salón o si olvida levantar la pata para dejar su charquito. Hay que tenerle paciencia porque es solo un cachorro. Más bien pasen la voz para ir a limpiar porque parece que no sabe hacerse cargo de él solo y necesita siempre alguien a quien ladrar.

El tema de la fiesta en honor a Sergio es Doña Flor y sus dos maridos, el mítico libro de Jorge Amado que sirvió para dejar en claro que antes de la Allende, de la Esquivel y sin que mediara García Márquez -ni Sergio, aunque le pese-, en Brasil ya se relacionaba comida con sexo. La ignorancia, decía mi abuelito, es atrevida.

Como en todas las fiestas anteriores no hay reglas y pueden hacer lo que quieran. Eso sí, la única condición para entrar es que traigan un plato de comida (sería la voz que adjunten la receta). Puede ser el plato que ustedes quieran y mostro si cuentan el ingrediente secreto. Por supuesto, Sergio, no tienes que traer nada. Te queremos a pesar de que seas un energúmeno.

Para empezar yo me apunto con las ostras de la polémica.

Bienvenidos, están en su casa.

martes, marzo 29, 2005

Ostras tibias con vinagreta de oporto y menta

Advertencia: es una receta para seis personas. Antes de su preparación consiga un espacio amplio donde todos quepan cómodos.

Ingredientes

24 ostras abiertas y sin valvas en su propia agua
1 melón cantalup
1 vaso de oporto rojo
24 hojas de menta piperina
1 pizca de cardamomo verde
1 pizca de pimienta blanca
3 cucharadas de aceto balsámico
3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra

Elaboración:

- Pelar el melón, cortar en dados y triturar en el vaso de la batidora hasta obtener un puré homogéneo. Añadir entonces el jugo de las ostras, el cardamomo y la pimienta. Filtrar y reservar.
- Reducir en un cazo pequeño el vaso de oporto y, cuando esté caramelizado, incorporar el aceto balsámico
- Poner en una sartén el aceite de oliva y, cuando esté caliente, retirar del fuego; entonces, añadir las ostras y, con una cuchara de madera, mover rápidamente fuera del fuego.
- Escurrir las ostras, recogiendo el caldo obtenido.
- En un plato sopero verter un poco de “sopa de melón”. Depositar alrededor las ostras y napar muy ligeramente cada una con la vinagreta de oporto. Depositar en cada ostra una hoja de menta.

Extraído de “Placeres de alcoba”, de Andrés Madrigal.

Conclusiones

* Cualquier idiota puede escribir una historia erótica pero no preparar un buen plato de ostras.
* Escribir un buen relato erótico debe pasar de alguna forma por la boca y el estómago. El orden de los factores no altera el producto. O sí, pero no importa.
* En los ingredientes, por lo general, hay poesía. En la elaboración, música.
* Los recetarios, leídos en forma adecuada, siempre resultan sexys.

lunes, marzo 28, 2005

Algunas ideas al azar

  1. Ahora nos toca llevar la fiesta en silencio, revisar el manual de instrucciones y cerciorarnos de que no están mirando.
  2. Dice que ha concluído. A nadie se culpe.
  3. Lo mejor de pensar al revés es se sèver la rasnep ed rojem ol.
  4. Solo hay dos tipos de personas en el mundo: los que son monódrogos y los que son polídrogos.
  5. No puedo levantarme antes de las siete sin pensar en margaritas.
  6. Esto de invernar tiene sus ventajas: el ronquido en la habitación contigüa, el paso lento del agua por el alcantarillado, la sensación de cansancio antes de las once.
  7. ............................... (recorte sobre la línea punteada).

domingo, marzo 27, 2005

Stomp!

Detras del carro rojo

Lo peor de jugar a las escondidas es que nadie te encuentre porque ya dejaron de buscarte.

miércoles, marzo 23, 2005

Don Santiago

Don Santiago no cree en el paraíso. Al cura amigo esto le pone los pelos de punta y le entran unas ganas locas de citar versículos y de hablar de beneficios post mortem.

-En el cielo hay paz absoluta, no hay hambre ni guerra y todos viviremos felices -resume el católico luego de un rato.

Don Santiago no hace caso. Apura su copa de vino y alza la mirada lúcida y calma. Luego parpadera dos veces.

-Prefiero un viaje al África.

martes, marzo 22, 2005

La reina ha muerto. Que viva la reina.

Querida Reina,

justo cuando este humilde servidor se reintegra a su servicio, usted dice que ya no es necesario, que no importa. Claudica porque está contenta y porque está harta de estar en el mismo lugar y de ser una rutina. Que me corten la mano si miento: no me parece.

Tendrá sus motivos. La felicidad, dice. Comparta pues que hay poco y siga escribiendo que algunos de sus subditos aún la necesitamos.

J.

lunes, marzo 21, 2005

Domingo, 3:30 pm

-Alo señora. ¿Se encuentra Sandra?
-Sí, un ratito.
-...
-...
-...
-Javier, Sandra no te puede atender en este momento porque está en el jardín revolcándose en barro con Marité. Dice que por favor te pongas ropa de baño y vengas a la casa que hace un sol maravilloso.

Tres secuencias de persecución y una moraleja

La primera vez que supimos de ella estabamos bailando sobre un charco de agua. No le dimos mucha importancia porque al violinista que operaba el telégrafo le daba lo mismo que a la señora de los ruleros verdes. Pronto se hizo tarde en la taza de café. Todos tuvimos que volver a la cama.

La segunda vez, contemplabamos el atardecer como un telón de sangre sobre las piedras del río, un salmón salió a sentir el fresco y a hablar un poco más de la cuenta y un pastor evangelista rugió como un león por lo que en Argentina pensaron que estabamos todos muertos.

La tercera vez, la definitiva, nos miramos a los ojos, lloramos un rato y nos sentimos culpables. Luego huimos asustados sin saber por qué.

La idea nefasta se nos había escapado.

Al contar lo ocurrido, nadie quizo creernos. Sin embargo, el pueblo quedó desierto pronto. Un escalofrío nos recorrió el cuerpo. El momento era el final: estabamos acorralados.


(hoy he vuelto)